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María Isabel Ackerley , en la Fundación Internacional Borges |
María Isabel Ackerley
-Lic. En Recursos Humanos y Relaciones Públicas por la Universidad de Morón, Buenos Aires, Argentina.
-Bach. En Comunicación Social por la Universidade Federal do Rio de Janeiro.
-Mestre y Doctora en Comunicación y Cultura, área Filosofía, por la Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil. -Investigadora del Conicet -Centro de Investigaciones Científicas y Técnicas-.
- Pasantía en la Universidad de Oviedo, Asturias. “Los medios de comunicación y la ética.
-Colaboradora con la Fundación Internacional J.L. Borges
J. L. Borges y G. W. Leibniz.*
Cuán difícil resultaría aproximarse a un pensador desde la literatura de Borges, adoptando una postura estríctamente filosófica, si tenemos en cuenta que Borges consideraba a la filosofía como una de las ramas más prolíficas de la literatura fantástica?
Sin embargo, cuando se trata de la filosofía de Leibniz no podemos dejar de olvidar que este pensador suele ser considerado el último filósofo barroco y tal vez esto permita aproximarnos a su filosofía desde una perspectiva estrictamente literaria.
Por otro lado, podemos recordar lo que Bertrand Russell expresó cuando se deparó con la monadología de Leibniz. El decía que en una primera impresión, la monadología parecía un fantástico cuanto de Hadas, coherente tal vez, pero completamente arbitraria. Pero que sin embargo, ese castillo filosófico dejaba entrever un sólido sistema lógico extraído a partir de unas pocas premisas.
Por lo tanto me gustaría exponer una versión extremadamente sucinta de aquellas premisas básicas de las cuales el pensamiento de Leibniz se extrae.
Recordemos que en la tradición metafísica, las proposiciones estaban divididas en analíticas y sintéticas. En las primeras, el predicado está contenido en el sujeto, como, por ejemplo, las tautológicas lógicas del tipo A es igual a A (conocido como el principio de identidad). En cambio, una proposición es sintética cuando el predicado no está contenido en el sujeto, como por ejemplo: “la hoja es blanca”, ya que en ese caso, hay otros conceptos que también comparten el color blanco de la hoja, aunque no sean una hoja.
Leibniz dice, sin embargo, que implícitamente o virtualmente el predicado está contenido en el sujeto en todas las verdades, inclusive aquellas sintéticas.
De hecho, llega a desarrollar su concepción filosófica a partir de su definición de “concepto completo”: para Leibniz, toda proposición verdadera es una proposición analítica. Tomemos como ejemplo la afirmación “Jerónimo está jugando”; generalmente consideramos esta proposición como verdadera porque se refiere al mundo real en el cual observamos que Jerónimo está de hecho jugando. Leibniz dice que si tuviésemos el conocimiento del “concepto completo” Jerónimo en particular, sabríamos que está jugando en este momento. Por lo tanto, la afirmación no es verdadera en relación al mundo observado, sino porque tenemos conocimiento del concepto “Jerónimo”.
En palabras de Leibniz en sus cartas a Arnauld:
“Estoy diciendo que el concepto individual de Adán incluye todo lo que siempre le acontecerá; quiero decir solamente, lo que todos los filósofos entienden cuando dicen que el predicado está en el sujeto de una proposición verdadera.[1]
Leibniz ejemplifica esta cuestión apelando a la figura de Julio César y Alejandro Magno:
“Pues si algún hombre fuera capaz de concluir toda la demostración en virtud de la cual pudiese probar esta conexión del sujeto que es César, y del predicado, que es su empresa afortunada, haría ver, en efecto, que la dictadura futura de César tiene su fundamento en su noción o naturaleza; que en ella se ve una razón de por qué decidió pasar el Rubicón en vez de quedarse en él y por qué ganó la jornada de Farsalia en vez de perderla; y que era razonable, por lo tanto seguro, que esto ocurriera. (...)
Cuando se considera bien la conexión de las cosas, puede decirse, que hay desde siempre en el alma de Alejandro, restos de lo que le ha sucedido y señales de todo lo que le ocurrirá, e incluso huellas de todo lo que pasa en el universo, aunque sólo pertenezca a Dios el conocerlas todas.” [2]
La noción de “concepto completo” adquiere su versión más elaborada en la Monadología.
Para Leibniz, la realidad está constituída por substancias, mónadas:
“La mónada no es otra cosa que una sustancia simple, que forma parte de los compuestos; simple, es decir, sin partes” .
Mónada significa una, que no tiene partes y por lo tanto, es indivisible. Esto nos lleva a preguntarnos sobre que es “el otro” en el universo de las mónadas. Recordemos dos aspectos de las mónadas: ellas son cerradas, no se comunican con le exterior, no tienen puertas ni ventanas, pero producen efectos sobre los cuerpos distantes. Pues al estar todo ligado cualquier movimiento trae consecuencias en cualquier otra parte.
En las mónadas, la comunicación es interna, siendo que el otro está dentro de cada mónada; el universo esta contenido en cada substancia simple. Aunque el otro no puede ser igual a otro, ya que contradeciría el principio de los indiscernibles, el cual dice que dos (2) cosas no pueden ser iguales sino serían la misma. Tiene que haber algo que las diferencie. (Por ejemplo, que una está a la izquierda de la otra, el espacio es relativo.)
Esto conduciría a la idea de un sistema donde no hay comunicación posible, un sistema en el cual las mónadas, cada principio activo del universo es cerrado en sí mismo. Observación que daría a pensar que la mónada es indiferente a la otras infinitas mónadas (al otro). Leibniz resuelve este dilema argumentando que la comunicación es intra-substancial. Queriendo decir que el otro, el universo, está reflejado, tal vez contenido en el interior de cada mónada. Siendo que cada mónada manifiesta un aspecto de ese mismo universo, mediante su punto de vista, y así tiene la potencia de comunicarse con las otras.
Para Leibniz, sólo la visión divina podría abarcar la sucesión armoniosa de mónadas que conforman la danza del universo.
*
Tratemos de imaginar elementos comunes en Borges, y para esto, intentemos vislumbrar su apreciación sobre la idea del otro.
Emma Zunz, describe su identidad basada en una sucesión de hechos que la constituyen, aunque sea arbitrario el espacio, el tiempo y algunos personajes:
“La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.” [3]
Sólo una visión divina, el lector, puede ver la sucesión de los hechos y la venganza como justa; sólo una visión que pueda armar el rompecabezas más allá del tiempo y el espacio. (En este sentido Leibniz coloca la misma cuestión, que sólo una visión de caracter divino puede ver al “concepto completo”).
Borges se encuentra con la visión de Schopenhauer para quien “ un hombre es todos los hombres” . Vincent Moon, en “ La forma de la espada”, confirma esta afirmación.
Él le relata su historia de traición a Borges en tercera persona, para sólo al final delatarse y pedirle su desprecio:
“Me abochornaba ese hombre con miedo, como si yo fuera el cobarde, no Vincent Moon. Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres. Por eso no es injusto que una desobediencia en un jardín contamine el género humano; Por eso no es injusto que la crucifixión de un solo judío baste para salvarlo." [4]
En el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, relata como Cruz, en una noche, resuelve su identidad, y Borges resalta que sólo esa noche le interesa.
“(Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche en que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo.)”
Es la noche en que Cruz se encuentra frente a frente con Martín Fierro y resuelve pelear junto al desertor, ser el desertor.[5]
Para Borges el otro puede ser él mismo, aunque también cada uno conserva y construye su identidad.
“A QUIEN LEYERE
Si las páginas de este libro consienten algún
verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de
haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras
nadas poco difieren; es trivial y fortuita la
circunstancia de que seas tú el lector de estos
ejercicios, y yo su redactor."[6]
En este párrafo, nos muestra una realidad donde los otros y él mismo se entrecruzan en un juego indistinguible.
Inclusive escribe una serie de encuentros con él, a quien identifica en primer lugar con otro, para al final constatar que es el mismo, o que en definitiva no importa.[7]
En el poema “El ángel”, se refleja la similitud de su concepción del otro con la mónada de Leibniz:
(...)
el Otro lo mira.
Que recuerde que nunca estará solo.
En el público día o en la sombra
el incesante espejo lo atestigua;
Que no macule su cristal una lágrima.[8}
El otro es la imagen espejada, que nos observa a través del cristal.
Parece que Borges dijera: para encontrar al otro hay que ser equilibristas y tal vez magos, porque sin percibir, podemos quedar aislados en el exceso o en el solipsismo.
En el poema “no eres los otros” justamente, Borges está afirmando “eres cada solitario instante”, eres un reflejo del universo, un punto de vista de este universo. Tal vez en este punto podamos encontrar una similitud con Leibniz. Para él, las mónadas son únicas, refejan el resto del universo pero de una manera particular. Recordemos el principio de los indiscernibles...
“ Mas allá que cada Mónada creada represente el universo entero, representa mas distintamente el cuerpo que le afecta particularmente, y del cual constituye la Entelequia, y como este cuerpo expresa todo el universo por la conexión en lo lleno, el Alma representa, por consiguiente, todo el universo al representar el cuerpo que le pertenece de una manera particular." [9]
Veamos la similitud de El Zahir [10] con la mónada de Leibniz,
“Dijo Tennyson que si pudiéramos comprender una sola flor, sabríamos quienes somos y qué es el mundo. Tal vez quiso decir que no hay hecho, por humilde que sea, que no implique la historia universal y su infinita concatenación de efectos y causas. Tal vez quiso decir que el mundo visible se da entero en cada representación, de igual manera que la voluntad, según Schopenhauer, se da entera en cada sujeto. Los cabalistas entendieron que el hombre es un microcosmo, un simbólico espejo del universo; todo, según Tennyson, lo sería. Todo hasta el intolerable Zahir.”
Leibniz escribe en el siglo XVII,
“Ahora bien, este enlace o acomodamiento de todas las cosas creadas a cada una y de cada una a todas las demás, hace con que cada sustancia simple tenga relaciones que expresen todas las demás, y que ella sea, por consiguiente, un espejo viviente y perpetuo del universo.[10]
Así el universo es multiplicado en una suerte de tiempos múltiples, tantos como substancias.
“Ya no percibiré el universo, percibiré el Zahir. (...) Quizá yo acabe por gastar el Zahir a fuerza de pensarlo y de repensarlo; quizá detrás de la moneda, esté Dios.”
En “El espejo de los enigmas”, Borges cita a De Quincey:
“Hasta los sonidos irracionales del globo deben ser otras tantas álgebras y lenguajes que de algún modo tienen sus llaves correspondientes, su severa gramática y su sintaxis, y así las mínimas cosas del universo pueden ser espejos secretos de las mayores" [11]
Tanto “El Zahir” como “El Aleph" son cuentos que quizá Leibniz referiría para ejemplificar su pensamiento: el Aleph que permite concebir el universo en un instante, donde todos los posibles, todos los órdenes posibles, conviven en el fulgor de una mónada, de un instante, que se perpetúa en el infinito.
Y que si no se encuentra en armonía con el universo, puede inclinarse en dirección a la irregularidad del caos o a la asepsia del Orden. Esto nos lleva a pensar otro aspecto donde la distancia entre Borges y Leibniz se esfuma en un encuentro que atraviesa tres siglos. La cuestión del exceso.
En Laberinto y El Laberinto [12], Borges recrea un diálogo entre Teseo y Asterión. Éste siente que no hay fin, él mismo no tiene fin por ser único, por estar perdido dentro de un espacio y un tiempo vacíos. Intuye que hay otro que lo busca, pero no consigue vislumbrarlo. Sólo desea encontrarlo para encontrar un límite al odiado camino de monótonas paredes, a las largas soledades, a la espera. Desea encontrar un límite al monótono letargo de las minúsculas de infinitos fragmentos. El Laberinto-Hades se torna insoportable, pero no tiene forma de liberarse. La única forma es la muerte, pero tampoco llega.
Asterión habla de sí mismo, y tal vez anuncia la condición de nuestro presente, preso en la trampa de un tiempo, un espacio y una realidad excesivo, que desesperado y horrorizado ante la sensación de disolución, desea un final. Los otros se buscan, pero dentro del vértigo no consiguen encontrarse. Aparentemente, no existen más puertas, estamos todos dentro de un espacio sin fronteras que suprime la distancia y excluye la ilusión de un otro.
Esto nos conduce a la idea de exceso y dentro de él, la incapacidad de pensar. Recordemos a Funes, el memorioso, al cual, su memoria “ privilegiada” no le permite pensar.
“Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos"[13]
Es este exceso tal vez, el que impide el desarrollo del pensamiento, la evolución hacia el mejor de los mundos posibles.
Leibniz nos indica en sus escritos, que el pensamiento, las percepciones internas son la única manera de comunicación con el otro. En este sistema que vivimos abarrotados por el exceso de información, el pensamiento, como vimos en Funes, se torna imposible. Sólo habría detalles, casi inmediatos.
Pero tal vez uno de los puntos más relevante de encuentro entre Borges y Leibniz sea la ética que ambos dejan entrever. En Leibniz podemos percibir como “lo mejor”, es aquel sistema en donde la menor cantidad de leyes dan lugar a mayor diversidad. En otras palabras mayor variedad usando leyes simples. El mundo en el cual las más simples hipótesis generan los más ricos fenómenos. O también aquel que brinde máximos efectos con mínimos gastos.
Por eso es que la ética de Leibniz es aquella donde el otro, debe convivir en armonía con las leyes más simples. Para Leibniz la ética es el pensamiento que se convierte en una acción que define al mejor mundo. Para Borges también la ética está relacionada a la acción, en su caso particular, a la literatura como ética de la acción para que el mundo se enriquezca. Recordemos su texto “La salvación por las obras”, y su apreciación en “La última sonrisa de Beatriz” respecto a que Dante recorre los caminos del infierno y el incómodo purgatorio para ver una última sonrisa. El amor es el que conduce a Dante a escribir uno de los mejores libros que la literatura nos ha brindado.
Finalmente, podríamos considerar la producción literaria de Borges como la máxima expresión de aquella premisa de Leibniz donde los mayores efectos se producen con mínimos recursos.
Leibniz compara a dios:
“(...) a un excelente geómetra, que sabe encontrar las mejores soluciones de un problema; a un buen arquitecto que maneja el lugar y los fondos destinados a la construcción de la manera mas ventajosa, no dejando nada extraño ni nada que carezca de la belleza de que es susceptible; a un buen padre de familia, que emplea su patrimonio de forma que en él nada permanezca inculto ni estéril; a un hábil mecánico, que logre su efecto por el camino menos intrincado posible; y a un sabio autor, que recopile el mayor número de realidades en el menor volumen que pueda"[15]
* Este artículo fue subvencionado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas – CONICET – Argentina.
Bibliografía
Ackerley, M. Isabel. La ética de lo maximal. R.Vergara Ediciones, Buenos Aires; 2005.
Borges, Jorge Luis. Obras completas. Emecé Editores, Buenos Aires; 1990.
Leibniz, G.W. Monadología. Buenos Aires: Hyspamérica Ediciones; 1983.
__________ . Discurso de Metafísica. Buenos Aires: Hyspamérica Ediciones; 1983.
[1] Cita de Leibniz en el libro de Benson Mates, “The philosophy of Leibniz”, Pág. 85.
[2] Leibniz, “Discurso de Metafísica”; Pág. 80 y 73.
[3] “Emma Zunz”. El Aleph.
[4] “La Forma de la Espada”. Artificios.
[5] “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz.” El Aleph.
[6] Nota de presentación de Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poemas publicado por J.L.B. en 1923. Bien podría ser el prólogo para toda su obra posterior.
[7] “El otro”. El libro de arena. “ 25 de agosto, 1983”. La memoria de Shakespeare.
[8] “El Ángel”. La Cifra.
[9] Leibniz, “Monadología”, nota 62.
[10] “ El Zahir” .El Aleph.
[11] Leibniz, “Monadología”, nota 56.
[12] “El espejo de los Enigmas”. Otras Inquisiciones.
[13] “Laberinto” y “El laberinto”. Elogio de la sombra.
[14] “Funes, el memorioso”. Ficciones.
[15] Leibniz. “Discurso de metafísica”, Pág. 69.
Borges, el Islam y la búsqueda del otro*.
La universalidad de Borges
Haciendo honor a la tradición borgeana de tomar la realidad como fuente de imaginación libre, nos atribuimos la libertad de hablar sobre su obra y el Islam.
Oriente es parte de nuestra cultura universal. Para corroborarlo analicemos el texto “El escritor argentino y la tradición" donde Borges considera forzado buscar una identidad, y sostiene como irrefutable el desprestigio del color local, "El culto argentino del color local es un reciente culto europeo que los nacionalistas deberían rechazar por foráneo"[1]. El escritor, debe ser un orgulloso heredero grato de la cultura universal,
“Por eso digo que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara.”
Borges expresa la idea de universalidad en una observación de Gibbon sobre el Corán:
“He encontrado días pasados una curiosa confirmación de que lo verdaderamente nativo suele y puede prescindir del color local; encontré esta confirmación en la Historia de la declinación y caída del Imperio Romano de Gibbon. Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe. Fue escrito por Mahoma, y Mahoma, como árabe, no tenía por qué saber que los camellos eran especialmente árabes; eran para él parte de la realidad, no tenía por qué distinguirlos; en cambio, un falsario, un turista, un nacionalista árabe, lo primero que hubiera hecho es prodigar camellos, caravanas de camellos en cada página; pero Mahoma, como árabe, estaba tranquilo: sabía que podía ser árabe sin camellos. Creo que los argentinos podemos parecernos a Mahoma, podemos creer en la posibilidad de ser argentinos sin abundar en color local.”[2]
Incluso en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius Borges ubica geográficamente a Tlön en Irak, y luego agrega, “o alguna región del Oriente Medio.”
“Qué es el Oriente? Si lo definimos de un modo geográfico nos encontramos con algo bastante curioso, y es que parte del Oriente sería el Occidente o lo que para los griegos y romanos fue el Occidente, ya que se entiende que el Norte de África es el Oriente. Desde luego, Egipto es oriente también, y las tierras de Israel, el Asia menor y Bactrania, Persia, la India, todos esos países que se extienden más allá y que tienen poco en común entre ellos. Así, por ejemplo, Trataria, la China, el Japón, todo eso es el Oriente para nosotros. Al decir Oriente creo que todos pensamos, en principio, en el Oriente islámico, y por extensión en el Oriente del norte de la India.”[3]
Estas palabras a cerca de pensar el Oriente como Oriente islámico es una fabulosa forma poética de referirse a Arabia.
ARIOSTO Y LOS ÁRABES
(…)
Quien sabe si de Persia o del Parnaso
Vino aquel sueño del corcel alado
Que por el aire el hechicero armado
Urge y que se hunde en el desierto ocaso.
(…)
Europa se perdió, pero otros dones
Dio el vasto sueño a la famosa gente
Que habita los desiertos del Oriente
Y la noche cargada de leones.
De un rey que entrega, al despuntar el día,
Su reina de una noche a la implacable
Cimitarra, nos cuenta el deleitable
Libro que el tiempo hechiza, todavía.
(…)
Esto soñó la sarracena gente
Que sigue las banderas de Agramante;
Esto, que vagos rostros con turbante
Soñaron, se adueñó del Occidente.[4]
(…)
Oriente como fuente imaginativa
A diferencia del Budismo, tratado y explicado por Borges,[5] el Islam es transmitido por Borges como entrelazado a Arabia. De este modo no realiza una disertación de la religión islámica. Recordemos que El Corán y Las mil y una noches componen la literatura más popular de Oriente. Borges toma estos escritos como fuente de inspiración. Así percibimos dos reflejos en su literatura: la distancia de Borges hacia la verdad absoluta de una religión monoteísta, y la admiración y cercanía hacia Arabia.
Arabia representa la sensación de perderse en otro mundo. Un mundo en donde cosas mágicas pueden suceder. Similar al innominado “disco” de un solo lado del Libro de Arena, o a esa rosa inexorable, o al Zahir, (que en árabe significa notorio, visible).
La creencia en el Zahir es islámica y data del siglo XVIII.[6]
“En tal sentido es uno de los noventa y nueve nombres de Dios; la plebe, en tierras musulmanas, lo dice de “los seres o cosas que tienen la terrible virtud de ser inolvidables y cuya imagen acaba por enloquecer a la gente””.[7]
Borges describe esta experiencia en él y en otros,
““Un comentador del Gulshan I Raz dice que quien ha visto el Zahir pronto verá la Rosa y alega un verso interpolado en el Asrar Nama (Libro de las cosas que se ignoran) de Attar: el Zahir es la sombra de la Rosa y la rasgadura del Velo.””[8]
Como no sentir la magia de Bagdad. Como no sentir gratitud y admiración hacia Shahrazad, quien desde lo oculto arriesga su vida para salvar otras contando historias al Rey, a través de mil y una noches.
(…)
“Dicen los árabes que nadie puede
Leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.
Sigue leyendo mientras muere el día
Y Shahrazad te contará tu historia.”[9]
El pueblo árabe era originario de la península arábiga, organizado en tribus sedentarias y nómades, que no formaban una nación ni un Estado. Las características principales de estas tribus de beduinos eran el sentido de hospitalidad, el honor, el valor guerrero, y el aprecio a la poesía y a la elocuencia, facilitando la memoria colectiva.
Igual de importante y definitivo fue el aporte humano de los beduinos en las conquistas que llegaron hasta el Atlántico en occidente, y hasta Asia Menor en Oriente. Los pueblos dominados fueron conocidos como musulmanes.
Mahoma llegó como profeta en el siglo VII d/C para revelarles una organización política-social a través del Corán, el libro sagrado del Islam. La ley, la justicia toma estatuto religioso. Las conquistas de los árabes a partir del siglo VII concluyeron en una expansión por el mundo oriental y occidental. Siendo un puente de intercambio cultural, político, religioso y económico.
En los tiempos en que Arabia conquistó Occidente, el Islam representaba a la civilización y Occidente era la barbarie. Para Mahoma, el Islam no era una simple forma religiosa, sino una forma de gobernar. Por esto la unidad político-judicial y religiosa del Islam cuya ley es el Corán. Civilización o barbarie, dos caras de una misma moneda que acaban siendo alternadas según la óptica del que la mire.
La influencia del Oriente en Borges.
Borges piensa al Islam como el otro, y se sitúa en ese lugar del otro: escribe sobre El Corán, describe Las mil y una noches y Albenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto, escribe la historia de Los dos reyes y los dos laberintos, cuenta la historia de Averroes, “desde afuera”, pero en realidad está tomando la forma del “otro”. Por otro lado en “La busca de Averroes”, Borges relata el intento del filósofo musulmán para interpretar los escritos de Aristóteles. La frustración es inevitable, para Borges, su intento y el de Averroes está destinado al fracaso: conocer al otro. Para Borges el problema de leer textos árabes por ser traducción de traducciones, para Averroes, según Borges, la imposibilidad de entender La tragedia y la comedia que está en la Poética de Aristóteles. Ahí el nodo que Borges enfatiza.[10] La busca de Averroes es la búsqueda de Borges por entender el Islam, y la explicación de la desolada búsqueda de Averroes por entender el legado de la filosofía griega. Borges se ve limitado de entender a ese otro, ya que su propia experiencia de entrar en el orientalismo es a través de textos de Renan, Palacios y Lane.
“Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendo averiguar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios.” [11]
Pero finalmente es un fracaso con gusto a triunfo, porque Borges imagina, recreando el mundo islámico, igual que Averroes lega a la cultura occidental la obra de Aristóteles, traduciendo los manuscritos perdidos del filósofo griego.
Pensemos en el Aleph y la diversidad fijada en un punto, el de la complejidad, recordemos el panteísmo del filósofo Averroes, y agreguemos que a Borges no le interesan los dioses o Dios, en todo caso los respeta, pero para él se trata de un concepto. Por eso puede escribir y nombrar al Islam, y a un Dios aceptando o conviviendo en la diversidad de Occidente. Dios, de quien Borges diría: “de esas arbitrariedades del pensamiento elevadas a formas ya no se que opinar”.
El Corán, no necesariamente se debe acercar al ideal del pensamiento para ser respetado y sentido sí como el otro. En el fondo, se trata de respetar lo diverso, lo otro, y enriquecerse.
Oriente y Occidente, una diferencia geográfica, tal vez una metáfora.
“Estamos conversando en un ilustre dialecto del latín que se llama lengua castellana y ello también es un episodio de esa nostalgia, de ese comercio amoroso y a veces belicoso del Oriente y del Occidente, ya que América fue descubierta por el deseo de llegar a las Indias. Llamamos indios a la gente de Moctezuma, de Atahualpa, de Catriel, precisamente por ese error, porque los españoles creyeron haber llegado a las Indias. Esa mínima conferencia mía también es parte de ese diálogo del Oriente y el Occidente.”[12]
Según Borges, el sentido de pensar en Oriente y pensar en el Oriente islámico, lo tenemos gracias a Las mil y una noches.
“Hay algo que sentimos como Oriente, que yo no he sentido en Israel y que he sentido en Granada y en Córdoba. He sentido la presencia del Oriente, y eso no se si puede definirse; pero no sé si vale la pena definir algo que todos sentimos íntimamente. Las connotaciones de esa palabra se la debemos al Libro de las mil y una noches. Es lo primero que pensamos; sólo después podemos pensar en Marco Polo o en las leyendas del Preste Juan, en aquellos ríos de arena con peces de oro. En primer término pensamos en el Islam.”[13]
El tamaño de la esperanza de Borges es el otro. Los cuentos, poesías o ensayos en que nombra al Islam no refieren un punto de vista religioso ni político. En la escritura sobre Arabia Borges entreteje sus intuiciones como una alfombra persa. Describe la sutil y espantosa violencia en “Los dos reyes y los dos laberintos”, para mostrar en “Siete Noches” a Shahrazad imaginando infinitas noches para detener la muerte. Es en ese punto donde se construye la herencia universal. Donde se respeten las diferencias, para que convivan en armonía. Así el punto de vista desde el cual Borges se sitúa, enriquece la diversidad, porque describe al Islam como eso que él desconoce. Pero sí conoce a Oriente, a Averroes, a Las mil y una noches, y es de ese Oriente del cual Borges se siente cerca. Y es esta cercanía la que le permite escribir sobre Oriente.
Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas reli-
giones y que hablan en diversos idiomas.
Han tomado la extraña resolución de ser razonables.
Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades.
(…)
Mañana serán todo el planeta.
Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea profético.
“Los conjurados”.
Jorge Luís Borges
* Este artículo fue subvencionado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas – CONICET – Argentina.
Bibliografía
Borges, Jorge Luís. Obras Completas. Emecé Editores S. A: Buenos Aires, 1989.
[1] Borges, J. L. El escritor argentino y la tradición. Discusión (1932). Obras Completas. Tomo I.
[2] Borges, J. L. El escritor argentino y la tradición. “(…) Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esta tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación universal.” Discusión (1932). Obras Completas. Tomo I.
[3] Borges, J. L. Las mil y una noches. Siete Noches. Obras completas. Tomo III.
[4] Borges, J. L. Ariosto y los árabes. El Hacedor. Obras Completas .Tomo II.
[5] Borges, J. L. El Budismo. Siete Noches. Tomo III.
[6] Borges, J. L. EL Zahir. El Aleph. OC. Tomo I.
[7] Borges, J. L. El Zahir. El Aleph. OC. Tomo I.
[8] Borges, J. L. El Zahir. El Aleph. OC. Tomo I.
[9] Borges, J. L. Metáforas de Las mil y una noches. Historia de la noche. Tomo III.
[10] Averroes, nacido en Córdoba, España, recopiló y estudió la obra de Aristóteles, e intentó armonizar el pensamiento de este filósofo con la fe musulmana. Escribió “Destrucción de destrucción”, donde intenta armonizar la filosofía con la religión, rehabilitando la razón frente a los teóricos musulmanes, y sostiene que sólo hay un intelecto para todo el género humano y que las almas particulares son mortales, siendo defensor de un cierto materialismo y panteísmo.
[11] Borges, J. L. La busca de Averroes. El Aleph. OC. Tomo I.
[12] Borges, J. L. Las mil y una noches. Siete Noches. OC. Tomo III.
[13] Borges, J. L. Las mil y una noches. Siete Noches. OC. Tomo III
[18] Emanuel Swedenborg. Borges, Oral. 1978. Tomo IV, 2005.
[19] “A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.”
J. L. Borges, Argentina y contrapunto *
A un cantor le llaman bueno,
Cuando es mejor que los piores;
Y sin ser de los mejores,
Encontrándose dos juntos,
Es deber de los cantores
El cantar de contrapunto.
“El contrapunto refiere una parte de la teoría musical que estudia la técnica que se utiliza para componer música polifónica mediante el enlace de dos o más melodías (también voces o líneas) independientes, que se escuchan simultáneamente”. Es la concordancia de voces contrapuestas. J.L.Borges escribe con este ritmo para establecer los desencuentros más disímiles y arrimar arbitrariedades insospechadas. Argentina, a quien él llama Buenos Aires es el propósito de nuestro juego literario: “¿Y fue por ese río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria?[...][2]. De esta manera nos proponemos a contribuir a la reflexión del bicentenario (1810-2010), utilizando a J.L. Borges como diálogo/ contrapunto entre Martín Fierro y Facundo.
Dos libros hacen al pasado de Argentina: uno, el Martin Fierro (1872) cuya historia es la de un gaucho enviado al ejército en el período de la conquista del desierto. El otro es Facundo (1874) que se publica como Civilización y barbarie.
En El Libro, de las disertaciones Borges, oral, (1978) cuenta como cada país escoge un libro que sea una especie de contraveneno de sus defectos, y que por lo tanto han elegido escritores que no se parecen demasiado a ellos, por ejemplo en Argentina José Hernández y su libro el Martín Fierro, cuando nos identificaría más el Facundo de Sarmiento y agrega: “pero no; nosotros con nuestra historia militar, nuestra historia de espada, hemos elegido como libro la crónica de un desertor, hemos elegido el Martín Fierro, que si bien merece ser elegido como libro, ¿cómo pensar que nuestra historia está representada por un desertor de la conquista del desierto? Sin embargo es así, como si cada país sintiera esa necesidad”, concluye. ¿Por qué el argentino elige evadir la ley?
A lo largo del siglo XX un poeta intenta develar nuestra historia, mientras, su historia reciente era la conquista del desierto y su historia contemporánea el siglo XX. En la literatura de Borges la paradoja permite compartir una historia en común. Describe una identidad donde el individualismo es pobre (el argentino común) o virtuoso (Cruz), pero no un ciudadano. Marca una diferencia entre la riqueza, la valentía y la barbarie de los que demarcaron un país en el siglo XIX, y el siglo XX donde se lo destruye con la miseria de la barbarie.
Marín Fierro es enviado, sin tener culpa alguna, pero en carácter de pena carcelaria al ejército y en él a la frontera. Cruz es enviado a matarlo. Doble desertor no aceptar la realidad dada. En “la vuelta de Martín Fierro”, éste describe al indio como de risa difícil, e impiadoso. A la frontera llevaban a los gauchos, es decir a cada hombre hijo de europeos (criollo) o mestizos (hijos de europeos con indios o negros).
Criollo que cai en desgracia
Tiene que sufrir no poco;
Naides lo ampara tampoco
Si no cuenta con recursos;
El gringo es de más discurso:
Cuando mata se hace el loco.[3]
En Facundo, Sarmiento invoca a la educación. Si bien tiene el penoso encanto de los ilusorios brillos de olor europeo, su pasión no deja de estar en la barbarie que quiere civilizar a través de la educación.
¿Por qué no vemos levantarse de nuevo el genio de la civilización europea, que brillaba antes, aunque en bosquejo, en la República Argentina? ¿Por qué su gobierno, unitario hoy, como no lo intentó jamás el mismo Rivadavia, no ha dedicado una sola mirada a examinar los inextinguibles y no tocados recursos de un suelo privilegiado? ¿Por qué no se ha consagrado una vigésima parte de los millones que devora una guerra fratricida y de exterminio, a fomentar la educación de un pueblo y promover su ventura?[4]
Y agrega,
[…]¿Es necesario ser tan ignorante como un caudillo de campaña para reconocer la forma de gobierno que más conviene a la república? ¿Cuánta menos instrucción tiene un hombre, tanto más capacidad es la suya para juzgar de las arduas cuestiones de la alta política? ¿Pensadores como López, como Ibarra, como Facundo, eran los que, con sus estudios históricos, sociales, geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver el problema de la conveniente organización de un Estado?. ¡E! …. Dejemos a un lado las palabras vanas que con tanta imprudencia se han burlado de los incautos. [5]
Luego dice:
Es verdad que a ninguno fusila (Facundo); eso está reservado a Rosas, jefe también del partido católico.[6]
Pareciera como si no hubiera más civilización, ni expectativa de que se ilumine un lado del mundo. La barbarie se instaló, la realidad se instaura caótica, perversa bajo disfraces patéticos, en todas partes del mundo. ¿Cómo va a ser Martín Fierro y Cruz los representantes de nuestra historia? ¿Cómo nos va a representar un desertor y un militar que se identifica con el desertor en un territorio de consecuentes partícipes de la barbarie? ¿Cómo no recordar que Facundo Quiroga y Rosas fueron la barbarie? Y que los caudillos (los europeos que ocupaban el territorio y que se encargaban de la política y la economía) enviaban al gaucho, al primer hijo argentino, a la milicia para matar indios.
Aquello no era servicio
Ni defender la frontera:
Aquello era ratonera
En que es más gato el más juerte:
Era jugar a la suerte
Con una taba culera.[7]
Curioso si analizamos que la barbarie era del primitivo, del gaucho, del caudillo, del militar. ¿Entonces donde estaba la civilización? El único gaucho civilizado era el cantor, el poeta que en largas payadas relataba la historia de su presente como el trovador de la edad media o similar al druida de los celtas.
En Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, Borges relata cómo Cruz, en una noche resuelve su identidad, y Borges resalta que sólo esa noche le interesa. En ese instante la ética es la que define la identidad y es aquí cuando Borges se identifica con el desertor:
“(Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche en que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo.)”
Es la noche en que Cruz se encuentra frente a frente con Martín Fierro y resuelve pelear junto al desertor, ser el desertor.
“Básteme recordar que el desertor malhirió o mató a varios de los hombres de Cruz. Éste, mientras combatía en la oscuridad (mientras su cuerpo combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro.”[8]
En Nota sobre (hacia) Bernard Shaw, escribe que los temas fundamentales de éste son la filosofía y la ética
“[…] :es natural e inevitable que no sea valorado en este país, o que lo sea únicamente en función de algunos epigramas. El argentino siente que el universo no es otra cosa que una manifestación del azar (…); la filosofía no le interesa. La ética tampoco: lo social lo reduce, para él, a un conflicto de individuos o de clases o de naciones, en el que todo es lícito, salvo ser escarnecido o vencido.”[9]
La utopía siempre es un buen lugar para respirar cuando nos ahogamos en la incertidumbre. Borges piensa en la anarquía como el modelo ideal donde cada individuo sea capaz de gobernarse a si mismo. Quien tuvo como su historia reciente la civilización y la barbarie, la conquista del desierto que suena tan lejana, y tan presente. Eternamente Aquiles matará a Héctor. Eternamente Martín Fierro será condenado a abandonar su familia y a huir de la frontera. Un siglo de infamia es suficiente para comenzar a pensar y cambiar la realidad. En la poesía Los Gauchos, finaliza,
No murieron por esa cosa abstracta, la patria, sino por un patrón casual, una ira o la invitación de un peligro.
Su ceniza está perdida en remotas regiones del continente, en repúblicas de cuya historia nada supieron, en campos de batalla, hoy famosos.
[…]
Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quiénes eran o qué eran.
Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros.”[10]
¿Qué diría Borges ante la pregunta que contuviera la palabra bicentenario y Argentina? 1810-1910-2010. ¿Cómo relacionarlas? Quizá hubo un proceso de involución cuyo resultado fue el siglo infame, que estamos atravesando. Involución e incapacidad de aprender a construir una Nación, un País, sólo resta la frontera de un territorio poblado por individuos, imposibilitados de elegir lo mejor.
Para Borges en Hojas de hierba Walt Whitman se magnifica e identifica a cada lector con el texto, el lector es el autor. Un juego de multiplicidades que se potencian. Quizá similar a la imagen que tenemos de democracia, en el sentido de la diversidad conviviendo en la diferencia. Tal vez la democracia en su completitud, es decir, todos participando de alguna manera, ayude a un sueño que linda con el anarquismo. Un gobierno de todos y para todos. Quizá fue el sueño de José Hernández.[11]
¿Porque excluir al gaucho a la frontera casi sin armas para matar al pueblo oriundo? El hijo de Argentina es enviado desarmado a la frontera, excluido a las márgenes de un territorio que no quiere ser país.
En nuestro pobre individualismo Borges destaca la imposibilidad del argentino de sentirse ciudadano. De reconocer al otro. De conformar una polis. Por un lado siente orgullo y se identifica con Fierro y cree que ese individualismo es una virtud, pero también percibe que no somos capaces de autogobernarnos. Entonces es pobre, porque no tiende a lo mejor, a un buen gobierno.
En vastos confines la idea de democracia es como un sueño que se desvanece al cabo de segundos de despertar o al cabo de días de votar. Luego devienen pesadillas, aquellas de las que no se puede huir abriendo los ojos. El compromiso social debe ser de todos, en este sentido más democracia es sinónimo de más participación de cada individuo en la construcción de la ciudadanía, la civilización. A partir de aquí propongo que la civilización sea vista de ahora en más como evolución democrática, y ésta como más participación. Quizá sea necesario inventar otra palabra para nombrar un gobierno capaz de representar la civilización y no la barbarie.
En Prólogo con un prólogo de prólogos “Domingo F. Sarmiento. Recuerdos de Provincia” (1974), Borges escribió, “La peligrosa realidad que describe Sarmiento era, entonces lejana e inconcebible, ahora es contemporánea (…) La sola diferencia es que la barbarie, antes impremeditada, instintiva, ahora es aplicada y consciente, y dispone de medios más coercitivos que la lanza montonera de Quiroga o los filos mellados de la mazorca.
He hablado de la crueldad; el examen de este libro demuestra que la crueldad no fue el mal de esa época sombría. El mal mayor fue la estupidez, la dirigida y fomentada barbarie, la pedagogía del odio, el régimen embrutecedor de divisas vivas y muertas.”[12]
En el mismo libro, en el prólogo de “Facundo” continúa, “No diré que el Facundo es el primer libro argentino; las afirmaciones categóricas no son caminos de convicción sino de polémica. Diré que si lo hubiéramos canonizado como nuestro libro ejemplar, otra sería nuestra historia y mejor.” Quizá Borges quiere decir que si hubiera sido elegido el Facundo, rápidamente la sociedad hubiera tomado conciencia de la barbarie que aún es. Pensando en el bicentenario, quizá la síntesis entre estas dos visiones aparentemente contradictorias sea que en Argentina siempre impera la barbarie: la salud diezmada, el enriquecimiento miserable, el conocimiento mercantilizado, el campo desdibujado, la industria desmantelada, la educación olvidada.
[…]
Famosamente infame
Su nombre fue desolación en las casas,
Idolátrico amor en el gauchaje
Y horror del tajo en la garganta.
Hoy el olvido borra su censo de muertes,
Porque son venales las muertes
Si la pensamos como parte del Tiempo,
Esa inmortalidad infatigable
Que anonada con silenciosa culpa las razas
Y en cuya herida siempre abierta
Que el último dios habrá de restañar el último día
Cabe toda la sangre derramada.
[…]
Ya Dios lo habrá olvidado
Y es menos una injuria que una piedad
Demorar su infinita disolución
Con limosnas de odio. [13]
J. L. Borges.
Bibliografía
Borges, Jorge Luís. Obras Completas. Emecé Editores S. A: Buenos Aires, 1989. (T: IV) 2005.
Ackerley, M. Isabel. La ética de lo maximal. Poder, comunicación y ética. Buenos Aires: Ed. Vergara, 2005.
_______________ . J. L. Borges y G. W. Leibniz. Ensayo, 2005.
_______________ . Borges, el Islam y la búsqueda del otro. Libro: Borges y los otros (Jornadas IV, V, VI). Compilación: Gabriela Cittadini, Ed. Fundación Internacional J.L. Borges, 2008.
_______________ . J. L. BORGES Y LA ÉTICA. Ensayo, 2008.
Hernandez, José. Martín Fierro. Peuser: Buenos Aires. 1946.
Sarmiento. Facundo. Losada: buenos Aires. 14º edición, agosto 2006.
* Este ensayo fue subvencionado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas – CONICET- Agosto 2009.
[1] José Hernández. Martín Fierro. (1946) Peuser: Buenos Aires, Pág. 246.
[2] OC. FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES. CUADERNOS DE SAN MARTÍN.(1929)
[3] Martín Fierro., pág. 170.
[4] Facundo., pág. 224.
[5] Facundo. Pág. 164-165.
[6] (El paréntesis es de la autora.)
[7] Martín Fierro., pág. 41.
[8] “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz.” El Aleph.
[9] OC. Otras inquisiciones. (1952) Nota sobre (hacia) Bernard Shaw.
[10] OC. 1969. Elogio a la sombra. Los Gauchos.
[11] "Por asimilación, sino por la cuna, soy hijo de gaucho, hermano de gaucho, y he sido gaucho. He vivido años en campamentos, en los desiertos y en los bosques, viéndolos padecer, pelear y morir; abnegados, sufridos, humildes, desinteresados y heroicos". José Hernández, 1881.
[12] Prólogos, con un prólogo de prólogos. Domingo F. Sarmiento. Recuerdos de provincia. Tomo IV, 2005.
Presentación
El siguiente ensayo es una continuidad de una investigación de larga data sobre el tema de la ética. La ética era el centro en la tesis de Doctorado finalizada en septiembre del 2003 fundamentada en el pensamiento filosófico de G. W. Leibniz y la literatura de J. L. Borges. En el año 2005 esta tesis se editó en el libro llamado La ética de lo maximal. En el mismo año, presenté en la Fundación Internacional J. L. Borges el ensayo G. W. Leibniz y J. L Borges, abordando entre otros el tema de la identidad. En 2006 presenté en la misma fundación el ensayo Borges, el Islam y la búsqueda del otro; este año, desde otro punto de vista, intento abordar la ética en Borges.
María Isabel Ackerley
J. L .BORGES Y LA ÉTICA*
Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas reli-
giones y que hablan en diversos idiomas.
Han tomado la extraña resolución de ser razonables.
Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades.
(…)
Mañana serán todo el planeta.
Acaso lo que digo no es verdadero; ojalá sea profético.
“Los conjurados”.
Jorge Luís Borges
Borges, un escritor ecuménico en los bordes insondables del infinito del otro. Borges, un pensador del tiempo que lo acompaña en una oscuridad que ilumina. Un artista que el mismo tiempo se aventura a perpetuar. Un filósofo que soslaya la palabra cuya adivinanza nos seduce al límite de lo innombrable. Un ser donde la ética es su obra. De esta obra en la cual se refleja su ética, o de esa ética donde su obra es la autora, es de lo que nos atrevemos a disertar.
La ética es la rama de la filosofía que se ocupa de los principios de la vida conforme a la sabiduría filosófica, en este sentido elabora una reflexión sobre las razones de desear la justicia y la armonía y los medios de alcanzarla. Es la convivencia de la mayor cantidad de variables con el fin de dar continuidad al universo, o en otras palabras es la existencia en armonía con el otro, para que haya más vida, más mundo.
El diamante es la imagen de la ética mineral, esta gema brilla por la estética y por su perfección matemática que refleja la inteligencia del universo. En este sentido las palabras combinadas por J. L. Borges son un diamante en el arte literario.
Dentro de las cinco disertaciones orales de Borges en 1978, en Emanuel Swedenborg[1] cuenta que éste propone en su religión la salvación por la inteligencia y la ética, y que William Blake agrega las expresiones estéticas. El ser humano se salva del exterminio a mano de seres superiores cuando estos contemplan, las divinidades del
Shinto, una obra humana, un verso, un símbolo, que Borges omite para
la intuición y libre albedrío del lector[2].
Nos cuenta que Swedenborg posee su propia religión, en ella el cielo es de amor y sobretodo de trabajo, un cielo altruista. En el infierno los hombres se sienten felices a su modo. No hay monarca y continuamente están conspirando unos contra otros. “Es un mundo de baja política, de conspiración”, aclara. Nadie está condenado a ellos, sino que cada uno busca los compañeros que quiere y los busca según el apetito que ha dominado su vida.
En el poema Infierno V, 29, perdona a Paolo y Francesca, condenados por Dante al infierno, porque considera que el amor es arte[3]. Por eso considera que Dante escribió la Divina Comedia sólo para tener un reencuentro con la irrecuperable Beatriz.[4] De igual modo recordemos una vez más a Shahrazad disponiendo de infinitas noches junto al rey para detener la muerte.
“Resistir es liberar la vida de las prisiones creadas por los seres humanos. Esto es, obviamente, lo que los artistas hacen”, dice Gilles Deleuze. Y luego: “No existe arte que no sea también una liberación de las fuerzas de la vida, no existe un arte de la muerte.” En este caso Deleuze esta tomando a la filosofía, al pensamiento como arte. La estética no alcanza para que el mundo sea mejor.
La estética[5] es ir afuera para transformar el interior. Si no hubiera acción y praxis quedaríamos en la utopía de Platón con La República, de San Agustín con La ciudad de Dios, o en Tomás Moro con Utopía, etcétera, no sería la armonía, porque no se reintegra a la realidad, queda en el afuera de lo ideal, lo divino, lo utópico. Las distopias ya se encargaron de demostrarlo. Son construcciones literarias de indudable belleza que quedan restringidas a la estética, aunque en ellas esté presente la inteligencia.
En el prólogo de Elogio a la sombra[6], Borges afirma “Por lo demás descreo de las estéticas. En general no pasan de ser abstracciones inútiles; varían para cada escritor y aún para cada texto y no pueden ser otra cosa que estímulos o instrumentos ocasionales”.(…) “Un volumen no es en sí un hecho estético, es un objeto físico entre otros, el hecho estético sólo puede ocurrir cuando lo escriben o leen.”[7]
Volviendo a Swedenborg y las tres posibles salvaciones, la inteligencia es necesaria para pensar, para reflexionar. En este sentido ya dijo Heráclito “Pensar reúne todo”, y también “Es dado a todos los hombres conocerse y pensar.[8] O como interpretó Blake el ingreso al paraíso: “Hay que descartar la santidad; hay que investirse de inteligencia”. También se puede ser inteligente sin ética y sin arte, sin amor. La arquitectura de la destrucción (Architektur des Untergangs), (Architecture of Doom, 1989), un documental del nacional-socialismo cuyo tema es abordado desde el punto de vista estético, acompaña la ambición “artística” del Führer, quien se consideraba un "artista en la política". Como un arquitecto dispuesto a "embellecer" el mundo, planeaba reconstituir la sociedad alemana a través de lo que él considera una estética. Una estética de la muerte, de la destrucción. Donde aquel que no tuviera sangre aria y poseyera características determinadas debía ser excluido. Una estética desprovista de ética, porque elimina la alteridad, en consecuencia representa la muerte. Curiosamente es la estética cultivada por los medios de comunicación y por las empresas en la actualidad.
Las llamadas bellas artes pueden adjudicarse un lugar único de denuncia y transformación pero en la práctica no se sostiene esta idea, no existe transformación. Conferencias sobre cualquier ámbito del pensamiento no consiguen mejorar el sistema. Está expresado en el arte el dolor de la realidad y el sistema no se transforma, el sistema demora en sublimarlo en la acción inteligente. El Grito de Munch, el Guernica de Picasso, la soledad de la repetición consumista de Warhol no fue suficiente para una toma de conciencia en el siglo XXI. El teatro, el cine, la literatura con su multiplicidad de variables no han conseguido tampoco un camino a un mundo mejor.
La historia en el universo es muy breve, con todo, Borges deja entrever el eterno retorno, la circularidad, lo laberíntico de la existencia, un libro de arena circunscripto al desierto, mismo así, siempre tiene presente al otro como centro del discurso. El poema EL HAMBRE, en el libro EL OTRO, EL MISMO, es una denuncia a la incapacidad del ser humano de pasar el estadio de la miseria:
“Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.
(…)
Tú que de pinares haces surja el lobo
Y que guiaste la mano de Jean Valjean al robo.
Una de tus imágenes es aquel silencioso
Dios que devora el orbe sin ira y sin reposo,
El tiempo. Hay otra diosa de tinieblas y de osambre;
Su lecho es la vigilia y su pan el hambre.”[9]
(…)
Borges, talvez sin percibirlo, yo creo que si, legó una obra como el espacio de resistencia que refirió Deleuze, donde artificiar es arte. Se nos presenta: este soy yo, que es una mera casualidad que no sea usted, lector, ciego, escritor, que les entrego estas palabras para perpetuar la existencia, no la mía, si la del bello e infinito universo, la del otro, la de usted. Borges diseña un sistema complejo con recursos mínimos. Para él, el libro es el otro. Las cosas que lo expresan por ejemplo, no son las que escribió, sino aquellas escritas por otros. En la poesía Mis Libros afirma,
“(…) Pienso que las palabras esenciales
Que me expresan están en esas hojas
Que no saben quien soy, no en las que he escrito.
Mejor así. Las voces de los muertos me dirán para siempre”.[10]
Claro que finalmente expresa como se va transformando un libro con la relectura y como leer un libro es leer todo el tiempo que media entre ese libro y nosotros, y nos confiesa su culto al libro, y concluye “El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría.”[11]
En el prólogo del libro Biblioteca personal, Prólogos, Borges se cita a sí mismo, dice: “que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”[12].
En la conferencia El Libro, de las disertaciones Borges, oral, nos confiesa que continúa jugando a no ser ciego, que sigue comprando libros, y que siente la presencia de esos libros en su casa, junto a una suerte de felicidad “Un libro no debe requerir esfuerzo, la felicidad no debe requerir esfuerzo”, dice refiriendo a Montaigne quien sostenía “No haga nada sin alegría”. También por esto sostiene que hoy quizá son obscenas las grandes bibliotecas, que quizá es mejor releer un libro. En esta disertación sobre el libro nos recuerda que los antiguos no profesaban nuestro culto al libro. Sostenían que: “la palabra escrita es algo duradero y muerto”. “En cambio, la palabra oral tiene algo de alado, de liviano; alado y sagrado, como dijo Platón”. Y ahí nos recuerda como los grandes maestros de la humanidad han sido, curiosamente maestros orales. Así toma el ejemplo de Pitágoras quien sintió “sin duda”, aquello de que “la letra mata y el espíritu vivifica” y que por ello sus discípulos decían “Magíster dixit” “El maestro lo ha dicho”. Luego nos recuerda a Platón reviviendo eternamente a Sócrates. Por otro lado dice, “De Cristo sabemos que escribió una sola vez algunas palabras que la arena se encargó de borrar”. Y refiere como en Oriente continúa el concepto de que un libro no debe revelar las cosas, sino ayudarnos a descubrirlas y confiesa su estudio de la Cábala y su lectura de versionas inglesas y alemanas del Zohar (El libro del esplendor), El Sefer Yetzira (El libro de las relaciones), dice “sé que estos libros no están escritos para ser entendidos, están hechos para ser interpretados, son acicates para que el lector siga el pensamiento”. Estos libros son la interpretación de la Tora ó el Pentateuco, los cinco primeros libros que componen la Biblia (en Griego), también llamada El Libro, que comparten las tres religiones monoteístas de Occidente y Oriente próximo y medio.
En el siglo XX, un escritor escribe la eternidad. El tiempo y el espacio son circunstanciales. Dios, una forma estética. Su país natal, una abstracción que se materializa en la falta del otro: “Cuarenta naipes han desplazado la vida” escribe en el poema El Truco del libro Fervor en Buenos Aires (1923) y en el ensayo El truco del libro Evaristo Carriego, donde refiere el juego vulgar, nocivo, repetitivo.
En nuestro pobre individualismo destaca la imposibilidad del argentino de sentirse ciudadano. De reconocer al otro. De conformar una polis. Los escritos sobre Argentina constituyen un papel relevante para la historia. Sus escritos son un documento de nuestro pasado. Con aguda sutileza en algunos casos, como en la poesía El desterrado (1977),[13] donde expresó:
“Alguien recorre los senderos de Itaca
Y no se acuerda de su rey, que fue a Troya
Hace ya tantos años;
Alguien piensa en las tierras heredadas
Y en el arado nuevo y el hijo
Y es acaso feliz.
En el confín del orbe yo, Ulises,
Descendí a la casa de Hades
Y vi la sombra del tebano Tiresias
Que desligó el amor de las serpientes
Y la sombra de Heracles
Que mata sombras de leones en la pradera
Y asimismo está en el Olimpo.
Alguien hoy anda por Bolívar y Chile
Y puede ser feliz o no serlo.
Quién me diera ser él.”
Curioso cuando refiere como cada país escoge un libro que sea una especie de contraveneno de sus defectos, y que por lo tanto han elegido escritores que no se parecen demasiado a ellos, por ejemplo refiere a Inglaterra que eligió a Shakespeare, y Shakespeare es el menos inglés de los escritores ingleses. Dice que lo típico de Inglaterra es el decir un poco menos de las cosas. En cambio Shakespeare tendía a la hipérbole en la metáfora, y no nos sorprendería nada que Shakespeare hubiera sido italiano o judío; en Alemania se eligió el tolerante Goethe, y en Argentina José Hernández y su libro el Martín Fierro, cuando nos identificaría más el Facundo de Sarmiento y agrega: “pero no; nosotros con nuestra historia militar, nuestra historia de espada, hemos elegido como libro la crónica de un desertor, hemos elegido el Martín Fierro, que si bien merece ser elegido como libro, ¿cómo pensar que nuestra historia está representada por un desertor de la conquista del desierto? Sin embargo es así, como si cada país sintiera esa necesidad”, concluye. Continuando con este pensamiento, si el argentino elige ser un desertor, un fuera de ley, debemos considerar que lo opuesto sería un ciudadano legalmente constituido. La historia de un desertor y elegir al desertor talvez es el destino del argentino, quien no llega a ser un ciudadano, sino sólo un individuo, y luego, incapaz de pensar en una comunidad apuesta a la salvación individual.[14]
En Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, cuenta el instante, y sólo ese instante le interesa, cuando Cruz define su identidad al comprender su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; “Comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro”. En ese instante la ética es la que define la identidad y es aquí cuando Borges se identifica con el desertor.
En Prólogo con un prólogo de prólogos “Domingo F. Sarmiento. Recuerdos de Provincia” (1974), escribió, “La peligrosa realidad que describe Sarmiento era, entonces lejana e inconcebible, ahora es contemporánea (…) La sola diferencia es que la barbarie, antes impremeditada, instintiva, ahora es aplicada y consciente, y dispone de medios más coercitivos que la lanza montonera de Quiroga o los filos mellados de la mazorca.
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