La costumbre, autoriza que las
presentaciones de los libros designen a un tercero como mediador, expositor o
presentador de los ejercicios que el poeta ha perpetrado y antologado en la
reserva de su proceso estético.
Hoy ha querido, digamos el azar, en forma de desprolija y tímida
dispensa, que el sujeto poético y el yo empírico, que han preocupado tanto
desde el Simbolismo, debatan sus veleidosas y vanas posturas entre estas
huestes de fragmentadas sílabas, silencios graves, y pausas medianeras, con las
que pretendo abrirme paso, arrebatando una voz que me sea dada, en procura
menos de una civil y objetiva presentación de estas “Letras de Cambio”, pues
ellas mismas no son lo que promulgan; como sí de la celebración, legítima, de este objeto – libro; objeto que
previamente comprobada su reciente existencia, maravillosamente, no se hallaba
antes sobre el universo; y que una vez allí, me confiere el atributo definitorio de los dioses: el de
la creación.
Hubiese preferido, entonces,
si ese atributo fuese certero, que estas letras de cambio, gozaran de un tono
más ligero, sin pérdida de su substancial
propósito; que inusuales
ordenamientos de porciones del universo
se me hubiesen conferido, ahora que es ese un destino deseable para el
poeta, ahora que siempre lo ha sido; que nuevas compresencias de contrarios
hubieran tenido su causal encuentro en estas páginas, y que las huidizas cosas
disimiles, recomendadas en el Liceo, sobrevinieran de una audaz y serena intuición de la generosa y ventrílocua
analogía.
Sin embargo, se trata tan solo
de el conato poético de una letraherida,
y de su intermediación de futuros versos, o de un desobjetivado material poético, no a la
manera de quien nos procurara el aludido
Golpe de Dados, sino en el ejercicio abnegado de palabras dispuestas en el
molde del verso, que irreparablemente se resignan a no ser para sí, y en cambio
ser en sí, una anunciación, un reflejo, el atisbo de una voz; una que
sobrevendrá, o que sobrevino ya, [en la reescritura de un fervor]; o es la
revelación de una voz subsiguiente
que aún no ha sido enunciada, y a la que el universo desleído nos insta ,desde el
principio de los tiempos, y cuyo mayor desatino nos colma de colosales
intromisiones que se revierten en bucle
.
“¿Reconociste alguna voz
malograda en el peñasco? Alguien vendrá a cantar a través de esa antigua
laringe”.
Hablo de esa voz, que no sea
versión, que no esté vertida, que sea
lectura y voz alta, y que acontezca en la modulación, ya no como ese primer
lector que impunemente se oficia en la glosa del gran libro del mundo, que es el universo,
sino en la procura de una nominación que circunscriba mediante la predicación
del mismo, de manera genuina y recíproca, nuestra relación unánime con éste
generoso y pródigo multiverso.
Y es esta desaforada
encomienda, que surge de un evento connatural a los seres humanos, el de
metaforizar casi instintivamente, según nuestro entrañable señor Borges, quien
reconcilia a ese primer lector que es el ser humano en interacción con el mundo circundante y circundado, y define esa capacidad expresiva de reaccionar
frente a los sucesos de ventura o desventura que configuran nuestras domésticas
existencias, como la posibilidad de equipararnos con el universo, de querer ser
tan “desmesurados” como él, a la hora de responder a sus también
desproporcionados efectos:
“Cuando la vida nos asombra
con inmerecidas penas o con inmerecidas venturas, metaforizamos casi
instintivamente, queremos no ser menos que el mundo, queremos ser tan
desmesurados como él “
Van estas Letras de Cambio,
con el furor de quien hace lo que concierne, con la ración de metáfora que le
ha sido dada.
Ana María Rivera A. M. R.
Ibagué , abril de 2012.
Para leer poemas del libro "Letras de cambio"
http://museodelaeterna7.blogspot.com/2014/03/poemas-de-letras-de-cambio.html
Para leer poemas del libro "Letras de cambio"
http://museodelaeterna7.blogspot.com/2014/03/poemas-de-letras-de-cambio.html
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