Elegía
Sin
que nadie lo sepa, ni el espejo,
ha
llorado unas lágrimas humanas.
No
puede sospechar que conmemoran
todas
las cosas que merecen lágrimas:
la
hermosura de Helena, que no ha visto,
el
río irreparable de los años,
la
mano de Jesús en el madero
de
Roma, la ceniza de Cartago,
el
ruiseñor del húngaro y del persa,
la
breve dicha y la ansiedad que aguarda,
de
marfil y de música Virgilio,
que
cantó los trabajos de la espada,
las
configuraciones de las nubes
de
cada nuevo y singular ocaso
y
la mañana que será la tarde.
Del
otro lado de la puerta un hombre
hecho
de soledad, de amor, de tiempo,
acaba
de llorar en Buenos Aires
todas las cosas.
Elegía del Recuerdo Imposible
Qué
no daría yo por la memoria
De
una calle de tierra con tapias bajas
Y
de un alto jinete llenando el alba
(Largo
y raído e¡ poncho)
En
uno de los días de la llanura,
En
un día sin fecha.
Qué
no daría yo por la memoria
De
mi madre mirando la mañana
En
la estancia de Santa Irene,
Sin
saber que su nombre iba a ser Borges.
Qué
no daría yo por la memoria
De
haber combatido en Cepeda
Y
de haber visto a Estanislao del Campo
Saludando
la primer bala
Con
la alegría del coraje.
Qué
no daría yo por la memoria
De
un portón de quinta secreta
Que
mi padre empujaba cada noche
Antes
de perderse en el sueño
Y
que empujó por última vez
El
catorce de febrero del 38.
Qué
no daría yo por la memoria
De
las barcas de Hengist,
Zarpando
de la arena de Dinamarca
Para
debelar una isla
Que
aún no era Inglaterra.
Qué
no daría yo por la memoria
(La
tuve y la he perdido)
De
una tela de oro de Turner,
Vasta
como la música.
Qué
no daría yo por la memoria
De
haber sido auditor de aquel Sócrates
Que,
en la tarde de la cicuta,
Examinó
serenamente el problema
De
la inmortalidad,
Alternando
los mitos y las razones
Mientras
la muerte azul iba subiendo
Desde
los pies ya fríos.
Qué
no daría yo por la memoria
De
que me hubieras dicho que me querías
Y
de no haber dormido hasta la aurora,
Desgarrado y feliz.
Desgarrado y feliz.
Bravo Ana María!
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