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Jorge Luis Borges en el blog "Borges en el Museo de la Novela de la Novela de la Eterna" |
[24/24 Borges. Día 16. Agosto mes de Borges]
Ya se le van los ojos a la
noche en cada bocacalle
y es como una sequía husmeando
lluvia.
Ya todos los caminos están
cerca,
y hasta el camino del milagro.
El viento trae el alba
entorpecida.
El alba es nuestro miedo de
hacer cosas distintas y se nos viene
encima.
Toda la santa noche he
caminado
y su inquietud me deja
en esta calle que es
cualquiera.
Aquí otra vez la seguridad de
la llanura
en el horizonte
y el terreno baldío que se
deshace en yuyos y alambres
y el almacén tan claro como la
luna nueva de ayer tarde.
Es familiar como un recuerdo
la esquina
con esos largos zócalos y la
promesa de un patio.
¡Qué lindo atestiguarte, calle
de siempre, ya que miraron tan
pocas cosas mis días!
Ya la luz raya el aire.
Mis años recorrieron los
caminos de la tierra y del agua
y sólo a; vos te siento, calle
dura y rosada.
Pienso si tus paredes
concibieron la aurora,
almacén que en la punta de la
noche eres claro.
Pienso y se me hace voz ante
las casas
la confesión de mi pobreza:
no he mirado los ríos ni la
mar ni la sierra,
pero intimó conmigo la luz de
Buenos Aires
y yo forjo los versos de mi
vida y mi muerte con esa luz de calle.
Calle grande y sufrida,
eres la única música de que
sabe mi vida.
Último Sol en Villa Ortúzar
Tarde como de Juicio Final.
La calle es una herida abierta
en el cielo.
Ya no sé si fue Ángel o un
ocaso la claridad que ardió en la
hondura.
Insistente, como una
pesadilla, carga sobre mí la distancia.
Al horizonte un alambrado le
duele.
El mundo está como inservible
y tirado.
En el cielo es de día, pero la
noche es traicionera en las zanjas.
Toda la luz está en las tapias
azules y en ese alboroto de chicas.
Ya no sé si es un árbol o es
un dios, ése que asoma por la verja
herrumbrada.
Cuántos países a la vez: el
campo, el cielo, las afueras.
Hoy he sido rico de calles y
de ocaso filoso y de la tarde hecha
estupor.
Lejos, me devolveré a mi
pobreza.
Para una Calle del Oeste
Me darás una ajena
inmortalidad, calle sola.
Eres ya sombra de mi vida.
Atraviesas mis noches con tu
segura rectitud de estocada.
La muerte —tempestad oscura e
inmóvil— desbandará mis horas.
Alguien recogerá mis pasos y
usurpará mi devoción y esa estrella.
(La lejanía como un largo
viento ha de flagelar su camino.)
Aclarado de noble soledad,
pondrá una misma anhelación en tu
cielo.
Pondrá esa misma anhelación
que yo soy.
Yo resurgiré en su venidero
asombro de ser.
En ti otra vez:
Calle que dolorosamente como
una herida te abres.
Versos del Catorce
A mi ciudad de patios cóncavos
como cántaros
y de calles que surcan las
leguas como un vuelo,
a mi ciudad de esquinas con
aureola de ocaso
y arrabales azules, hechos de
firmamento,
a mi ciudad que se abre clara
como una pampa,
yo volví de las tierras
antiguas del naciente"
y recobré sus casas y la luz
de sus casas
y esa modesta luz que urgen
los almacenes
y supe en las orillas, del
querer, que es de todos
y a punta de poniente desangré
el pecho en salmos
y" canté la aceptada
costumbre de estar solo
y el retazo de pampa colorada
de un patio.
Dije las calesitas, noria de
los domingos,
y el paredón que agrieta la
sombra de un paraíso,
y el destino que acecha
tácito, en el cuchillo,
y la noche olorosa como un
mate curado.
Yo presentí la entraña de la
voz las orillas,
palabra que en la tierra pone
el azar del agua
y que da a las afueras su
aventura infinita
y a los vagos campitos un
sentido de playa.
Así voy devolviéndole a Dios
unos centavos
del caudal infinito que me
pone en las manos.
Casi Juicio Final
Mi callejero no hacer nada
vive y se suelta por la variedad de
la noche.
La noche es una fiesta larga y
sola.
En mi secreto corazón yo me
justifico y ensalzo:
He atestiguado el mundo; he
confesado la rareza del mundo.
He cantado lo eterno: la clara
luna volvedora y las mejillas que
apetece el amor.
He conmemorado con versos la
ciudad que me ciñe
y los arrabales que se
desgarran.
He dicho asombro donde otros
dicen solamente costumbre.
Frente a la canción de los
tibios, encendí mi voz en ponientes. .
A los antepasados de mi sangre
y a los antepasados de mis sueños
he exaltado y cantado.
He sido y soy.
He trabado en firmes palabras
mi sentimiento que pudo haberse
disipado en ternura.
El. recuerdo de una antigua
vileza vuelve a mi corazón.
Como el caballo muerto que la
marea inflige a la playa, vuelve
a mi corazón.
Aún están a mi lado, sin
embargo, las calles y la luna.
El agua sigue siendo dulce en mi boca y las estrofas no me niegan
su gracia.
Siento el pavor de la belleza;
¿quién se atreverá a condenarme
si esta gran luna de mi
soledad me perdona?
Jorge Luis Borges
Los poemas pertenecen a su libro "Luna de Enfrente" (1925)
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