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abril 02, 2015

Borges y "La Guerra de las Malvinas"




Los siguientes textos de Jorge Luis Borges, sobre la guerra de "Las Malvinas", el primero publicado en el diario "El Clarín", en el mismo año de la obtusa confrontación de 1982, entre Inglaterra y Argentina; el otro es un poema de su último libro "Los Conjurados" de 1985. Los dos textos muestran a un Borges con una clara posición política, la de anteponer a  los argumentos de las armas y su execrable y, ya decadente idea de colonialismo, el argumento ético que obliga a un hombre a no ser cómplice de las vilezas de su tiempo: "[...] toda guerra es una derrota. Las generaciones del porvenir sentirán asombro al saber que el siglo veinte toleraba la fabricación y la venta de armas, es decir, de herramientas del homicidio [...]". A. M. R.


Ingenua o maliciosamente (opto por el primer adverbio ya que la mente militar no es compleja) se han confundido cosas distintas. Una es el derecho de un Estado sobre tal o cual territorio; otra, la invasión de ese territorio. La primera es de orden jurídico; la segunda es un hecho físico. Se ha invocado el derecho internacional para justificar un acto que es contrario a todo derecho. Esa transparente falacia, que no llega a ser un sofisma, tiene la culpa de la muerte de un indefinido número de hombres, que fueron enviados a morir o, lo que sin dudas es peor, a matar. No es menos raro el hecho de que se hable siempre del territorio y no de los habitantes, como si la nieve y la arena fueran más reales que los seres humanos. Los isleños no fueron interrogados, no lo fueron tampoco veintitantos millones de argentinos.

He señalado ya esas cosas. Ahora las repito para no ser tildado de mal patriota.

Al cabo de los años, al cabo de los demasiados años, me defino, hoy, como un pacifista. Ilustremente me acompañan Ruskin, Gandhi, Bertrand Russell, Romain Rolland, Luther King, Hammarskjöld y, anterior a todos los otros, nuestro Alberdi. Pienso, como él, que le guerra es un crimen, que toda guerra es una derrota. Las generaciones del porvenir sentirán asombro al saber que el siglo veinte toleraba la fabricación y la venta de armas, es decir, de herramientas del homicidio.

Son múltiples los males que nos abruman: la ruina económica, la desocupación, el hambre, la demagógica anarquía, la violencia, el insensato nacionalismo y la casi general ausencia de la ética. El más grave es el último.

Dicto estas líneas con tristeza. No puedo proponer una solución. Si me ofrecieran la suma del poder público la rechazaría enseguida.

Jorge Luis Borges y las Malvinas (Carta de lectores del diario Clarín del 24/9/1982)


Juan López y John Ward 


Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.


Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.


J. L. Borges de su libro "Los Conjurados"

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