Ya Borges en sus prólogos tan propicios a su literatura; -e inadmisibles a la tradición-, hacía otra de sus Artes Poéticas, donde el esquema de su obra y el trucaje, le eran evidenciados al lector, porque lo que importaba precisamente no era la prestidigitación o el maromaje con la que algunos contemporáneos pretenden la trascendencia; o la inutilidad y la vacuidad de las formas con las que otros intentan la fonación de una voz propia; ni siquiera ,en ese orden de ideas, le interesaba el argumento veleidoso de nuestros críticos actuales, que exaltan o desaprueban bajo el errático escrúpulo de la originalidad -puesta ésta ya, en el entrepaño del anacronismo-; lo que le interesaba a Borges, siendo consecuente con su historia de la literatura - la cual la constituían sus memoriosas lecturas, sus recurrentes autores-, era acoger la memoria oriental y occidental, en un tributo menos minucioso que correlacional y, articulador de un mundo, del cual se dijo ya, en fragmentación, y que a través de su literatura, cifró siempre en la enunciación de esa alta consideración estética y humana, que habla de la compresencia de los contrarios: el oxímoron.
A. M. R.
PRÓLOGO A FICCIONES
Las siete piezas de este libro
no requieren mayor elucidación. La séptima (“El jardín de senderos que se
bifurcan”) es policial; sus lectores asistirán a la ejecución y a todos los
preliminares de un crimen, cuyo propósito no ignoran pero que no comprenderán,
me parece, hasta el último párrafo. Las otras son fantásticas; una –“La lotería
en Babilonia” – no es del todo inocente de simbolismo. No soy el primer autor
de la narración “La Biblioteca de Babel”; los curiosos de su historia y de su
prehistoria pueden interrogar cierta página del número 59 de SUR, que
registra los nombres heterogéneos de Leucipo y de Lasswitz, de Lewis Carroll y
de Aristóteles. En “Las ruinas circulares” todo es irreal; en “Pierre Menard,
autor del Quijote” lo es el destino que su protagonista se impone. La
nómina de escritos que le atribuyo no es demasiado divertida pero no es
arbitraria; es un diagrama de su historia mental...
Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el
de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe
en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y
ofrecer un resumen, un comentario. Así procedió Carlyle en Sartor Resartus;
así Butler en The Fair Haven; obras que tienen la imperfección de ser
libros también, no menos tautológicos que los otros. Más razonable, más inepto,
más haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios. Éstas
son “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, y el “Examen de la obra de Herbert
Quain".
J. L. Borges
que no cesen jamás estas ganas de homenajearlo, recordarlo, y difundir su palabra que logran que estos 25 sean con él y no sin él.
ResponderEliminarUn abrazo
Sí querida Rossina, yo sé que que no cesaremos ni tú desde tus "Laberintos y Espejos", ni yo, desde éste Museo, de celebrarlo y tributarle todos los homenajes. Besos y versos, mi amiga en Borges, Rossina.
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