Con el entrañable film "Los libros y la Noche" ,del memorable Tristán Bauer, cineasta argentino, y la celebre actuación del también argentino Walter Santa Ana."Los Libros y la Noche", título que alude a la "maestría de Dios que con magnífica ironía " le dió a Borges "los libros y la noche", en esa, su otra arte poética , el "Poema de los Dones".
Transcribo,algunos fragmentos de el texto "El Otro", que recrea uno de los episodios más conmovedores del film.
A. M. R.
Fragmentos de "El Otro"
El hecho ocurrió el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.
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-Señor, ¿usted es oriental o argentino?……………………………………………………………………………………………
-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que si.
-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres de volúmenes de Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos.
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-No -respondió-. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.
La objeción era justa. Le contesté:
-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
-¿Y si el sueño durara? -dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:
-Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?
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No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre. Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros.
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-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Aventuró una tímida pregunta:
-¿Cómo anda su memoria?
Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:
-Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.
Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.
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De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.
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He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el encuentro.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.
Jorge Luis Borges El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.
Leer texto completo en páginas interiores del blog.
https://www.youtube.com/watch?v=mpzDHZsfcEE
Ver película de Tristan Bauer "Los Libros y la Noche"
http://museodelaeterna7.blogspot.com.co/2014/08/los-libros-y-la-noche-pelicula-de.html
https://www.youtube.com/watch?v=mpzDHZsfcEE
Ver película de Tristan Bauer "Los Libros y la Noche"
http://museodelaeterna7.blogspot.com.co/2014/08/los-libros-y-la-noche-pelicula-de.html
Hola Ana María.
ResponderEliminarNos conocemos por FB y por tener alguna amistad común. Aunque mi nick es éste en Blogger, mi nombre real es Arancha.
Casi despegó mi avión de Ezeiza cuando llegaba el tuyo y me perdí la obra en la biblioteca. Y ni te digo la rabia que me dio. Me habría encantado disfrutar de ella y poder conocerte en persona.
Gracias a un amigo, voy con cuidado por la obra de Borges, maravillándome con él según lo conozco.
Justamente éste texto de "El Otro" fue el primerito que leí de él. Lo he releído ya varias veces, y cada vez me maravillo aun más, recreándome en cada vericueto del autor.
Gracias!
Ignoraba por completo que existiese un film sobre este cuento que junto con 25 de agosto de 1983 han tratado magníficamente bien el tema de la otredad, y son mis favoritos...
ResponderEliminarCualquier referencia al film que citas, te la agradeceré mucho.